Seat exeo | Zaragoza | 6.175
Sobre el asfalto, un retrovisor de coche, cristales rotos y un hombre muerto. No hay testigos. Atropello mortal y conductor a la fuga. No se trata de una serie de televisión, el caso es verídico y la policía finalmente puso al presunto culpable ante el juez tras una minuciosa investigación. Le contamos cómo trabaja el CSI español. El cine y a la televisión han hecho ‘familiares’ muchos de los métodos científicos que la policía emplea en la resolución de crímenes. Y, salvando las evidentes distancias entre realidad y ficción, es completamente cierto que la intervención de estos grupos especializados es decisiva para esclarecer muchos casos de delitos violentos, entre ellos algunos relacionados con la seguridad vial y los accidentes de tráfico. El que nos atañe ocurrió a finales de 2010. Como en el título de una de las series policíacas más conocidas de los últimos años, “CSI: En la escena del crimen”, fue precisamente eso, el escenario, lo único que la policía tenía para dar con un conductor que había atropellado y dejado mortalmente herida a una persona sobre el asfalto de una circunvalación de Alcalá de Henares (Madrid). Tras recibir el aviso de que una persona yacía en la calle, agentes de la Policía Local acuden al lugar del atropello para realizar una inspección ocular. Un paso éste muy importante, pues según qué elementos recojan, en la investigación intervendrán unas u otras brigadas de la policía. Así, junto al cuerpo los policías recogen restos de un turismo: un retrovisor derecho completo y fragmentos de un faro roto. La investigación había comenzado. El retrovisor abandonado en el lugar de los hechos resulta ser una verdadera ‘tarjeta de visita’: un número de serie grabado en la carcasa facilita la identificación de la marca y modelo del vehículo implicado. Se trata de un Porsche, un vehículo poco común. El círculo comienza a cerrarse. Pero además otro testimonio confirma que un deportivo gris plateado había pasado por allí a la hora del suceso. “El factor suerte es importante en muchas ocasiones. Justo después del atropello, el coche quedó grabado en las cámaras de vigilancia de una comisaría cercana. Con los restos y la grabación pudimos identificarlo”, explica Juan José Bernal Sánchez, inspector de policía y jefe del grupo de Homicidios que intervino en la localización del vehículo. “Faltó que la cámara registrara la matrícula”, añade. El siguiente paso era encontrar el Porsche. Y debía ser pronto, antes de la reparación. Un rastreo de partes de daños en las aseguradoras y una inspección por los talleres de Madrid capaces de reparar este tipo de coches dio con el vehículo en cuestión. “Si no hubiera sido un deportivo de alta gama, la búsqueda habría sido mucho más complicada” afirma Bernal. Un punto que corrobora Adolfo Busta, jefe de Balística Forense de la Policía Científica: “A veces el trabajo de investigación en un atropello es terrible, porque hay que encontrar un modelo de coche solo a partir de un trocito muy pequeño de faro o de restos de pintura, consultar bases de datos con miles de modelos de faros, de tipos de pintura...” El deportivo aún estaba intacto. Era el momento de ponerle ‘la lupa’ encima y buscar pruebas. La inspección ocular del vehículo se realiza en el taller donde estaban a punto de repararlo. “Hicimos comprobaciones sobre la identidad del titular. El sujeto había puesto una denuncia después del atropello para exculparse”, cuenta María Jesús Galán, jefa de la Unidad de Delitos Violentos. Según Galán, el interrogatorio del propietario fue bastante revelador pues basó su defensa en incoherencias que terminaron descubriéndole. El inculpado reconoció haber estado en el lugar de los hechos, pero no el atropello, alegando que no se detuvo porque pensó que “era un objeto, no a una persona” y que “había poca visibilidad por la niebla”. Un punto éste desmentido en el informe de la Policía de Alcalá, que establece que aquella noche la visibilidad era perfecta: no había niebla y la vía estaba bien iluminada. Efectivamente, el coche presentaba importantes daños en un lateral similares a los producidos en un atropello: capota rajada, faro derecho roto, puerta abollada, y faltaba un retrovisor. “Pero no pudimos asegurar que se produjeron a causa de un atropello, no encontramos restos biológicos. Probablemente el coche había sido lavado porque no había ni una huella. Y tampoco se había roto el parabrisas. Ahí suelen quedan pruebas como pelo o sangre. Con el coche reparado, poco hubiéramos podido hacer” sostiene Galán. En cambio, sí recogieron fragmentos de plástico negro y pintura, que a la postre serían decisivos. La otra mitad del jarrón roto. La investigación se acerca a su desenlace. Todas las evidencias, las recogidas en Meco y las encontradas en el coche, van a parar a los laboratorios de la sección de Balística Forense de la Policía Científica. “En este caso aportamos la prueba final. En Balística encajamos las piezas, como si se tratara de un puzzle, y después probamos la correspondencia de las lesiones microscópicas en los bordes de cada fragmento” explica el inspector Adolfo Busta. Así, este estudio de trazas –como se conoce esta especialidad de Balística– es importantísimo porque demuestra científicamente que el retrovisor y los trozos de faro coinciden con el coche sospechoso. Dicho informe estará a disposición del juez durante el juicio y, si lo toma en consideración, se constituirá en una prueba de cargo contra en presunto culpable. “En el caso de Meco, no hay dudas –afirma Adolfo Busta–: ese vehículo estuvo en el lugar del atropello y a él corresponden los fragmentos recogidos en dicho lugar”.