Peugeot 308cc | Madrid | 10.620
Una Liga más y un complejo menos. El Real Madrid venció en el Camp Nou, se aseguró prácticamente el campeonato y se liberó de un trauma que le tenía endemoniado desde hace demasiado tiempo. Ya no volverá a sentirse inferior contra el Barcelona, al menos hasta donde alcanza la mirada. Las buenas sensaciones se confirman y las distancias se borran. Ya no hay ventaja del Barça, ni superioridad técnica, ni tampoco la autoridad moral que se derivaba del buen juego y del estilo universitario, casi angelical, de sus mejores jugadores. En esta ocasión, y para completar el cambio de guión, el malo de la película fue Dani Alves, suya la patada mil veces repetida y condenada.
Las conquistas son múltiples. Mourinho ganó, por fin, en el Camp Nou y el partido le dio la razón en todos los debates abiertos. Machaconamente. Marcó Khedira, Coentrao cumplió con nota y apuntilló Cristiano. Hubiera faltado el gol de Pepe y el primero casi lo marcó él. Echarse atrás y ceder la pelota dio resultado. El reparto porcentual de posesión (73/27) se observa ahora como una anécdota menor. Visto el desenlace, el sacrifico defensivo de Özil y Di María sólo puede calificarse de heroico. Ni siquiera dio tiempo a reprocharle tanta prudencia al entrenador: la sentencia de Cristiano llegó tres minutos después del empate de Alexis.
Si Mourinho suele tenerse en altísima estima hoy no le faltan razones. Si su ego es de natural disparado, será normal el tiroteo, el que nos espera. Todo le salió bien, perfecto, diríamos, sin necesidad de que su equipo jugara un gran partido. Hasta el Barcelona le salió bien, perfecto, diríamos, especialmente Guardiola.
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