El inicio de la década del setenta trajo consigo una competencia que, andando el tiempo, se convertiría en un clásico. La fórmula era sencilla: un grupo de pilotos de renombre sentados en autos iguales de producción seriada, desandando caminos de montaña o batiéndose a duelo en algún autódromo del país. Esa fue la base del “Desafío de los Valientes”, una competencia organizada por Fiat para promocionar sus distintos vehículos. Teniendo en cuenta que eran convocados los mejores volantes del momento, el espectáculo estaba garantizado.
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